De cuando el estado de perfección no es una circunstancia externa, sino un fuego cálido que yace encendido en el interior, profundo como un día eternamente soleado. Un día en que su luz irredenta entra por la ventana de la oportunidad y te hace sonreír con los ojos, con los pies y con las manos. Por eso, a ese estado de fortuna, de gozo perfecto, también se le llama: bien-estar.
Dicha
