a Damnatio Memoriae
A veces pasamos por ser demasiado etéreos, hasta que un leve viento de verdad nos vuela el sentido. A veces pasamos por ser demasiado sólidos, hasta que el río (ese que nunca es el mismo) se desborda con el tiempo, puliendo nuestro absurdo brillo de roca. Siendo etéreos no se puede descender, no se puede caminar, es la condena de las nubes errantes; siendo sólidos no se puede ascender, hay que arrastrarse y romperse la espalda para moverse en la ilusión, esa es la horrible sentencia que deben cumplir el gusano y el necio. Siendo nada, uno llega al justo punto medio, donde los pasos son ligeros pero firmes y el polvo del camino se te mete a los ojos… allá donde el viaje inicia en la libertad del paisaje: párate ahí, desnudo y frágil, entrégalo todo y suelta.
Publicado originalmente en El tiempo rueda, Amarcafé 2016.