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La mayoría no parece haber parado jamás en qué significa una casa.
—Henry David Thoreau 1
El Nirvana podría ser un lugar real en la Tierra para los que amamos los libros. Se trata de un lugar alejado del ruido y la estupidez citadina, escondida del ajetreo y de la distracción inherente a la vida urbana. El sitio es llamado en noruego como “Hemmelig Rom”, que se traduce al español como “Cuarto secreto”, y es la cabaña de descanso del famoso fotógrafo británico Jason Koxvold (www.koxvold.com). Fue construida en el año 2015 y está ubicada en el seno montañoso del norte de Nueva York.

170 años antes que Koxvold, el 4 de julio de 1845, el filósofo caminante Henry David Thoreau se trasladó a una cabaña que había construido con sus propias manos en el bosque cercano al lago Walden, en Massachusetts. No buscaba la vida de un ermitaño, sino un lugar tranquilo para escribir, estudiar la naturaleza y vivir con un sólo propósito: hacer frente únicamente a los hechos esenciales de la vida, aprender a ser capaz de notar lo que ésta tuviera que enseñarle, para evitar descubrir —cuando llegase la hora— que no había siquiera vivido.
Es verdad, Thoreau hubiera repudiado el aspecto lujoso de la cabaña Koxvold —además de que parece un cubo salido de una película de ciencia ficción— pero el Estudio de arquitectura que contrató Jason Koxvold (Studio Padron) empleó piezas sobrantes de madera de roble: «La estrategia para construir la casa se centró en la preservación y transformación de un material que de otro modo se habría convertido en residuos de construcción». Así que el Cuarto secreto solo tiene la mala apariencia de ser suntuoso, cuando en realidad parece tener la misma finalidad de la famosa cabaña de Thoreau. Sin duda un elogio para la arquitectura, aunque no del todo.

Para empezar, la cabaña de Thoreau servía como una suerte de aislamiento para escribir, o para pensar mientras se escribe, que es el fin último de la escritura. El Cuarto secreto parece que sólo es para la lectura, que no es tan deleznable como suena, pues la lectura y la escritura están íntimamente relacionadas. Y aunque no sabemos realmente qué llevó al fotógrafo Jason Koxvold a construir su propia cabaña, podemos aducir lo que es bastante obvio: ¿quién es feliz en la ciudad? ¿A quién le puede gustar la contaminación y el ruido neurótico de los habitantes de Nueva York, o para el caso, cualquier territorio cohabitado por más de ocho millones de simios que se creen personas? En la Ciudad de México, con sus veinte millones, a penas aspiramos a irnos a Chapultepec o, ya en ánimo de aventura, a Tepoztlán, que ya tiene un tráfico espantoso.
Otra razón que cabe es la del escritor Michel Pollan 2: «Una habitación propia: ¿hay alguien que no haya deseado nunca tal lugar y no ha vuelto a pronunciar esas suaves palabras hasta que haya adquirido una forma habitable?». Pollan piensa en Thoreau, en la arquitectura como un estado del ser, en Heidegger, pero llevando de verdad la tecné a la praxis.
El inspirado Michael Pollan 3 erigió su refugio en su propio jardín. La hermosa cabaña es para «leer, escribir y soñar despierto». Todo lo que ha escrito desde entonces ha sido forjado y esculpido en esa pequeña cabaña: «los sueños se convierten en escritura y luego se vuelven madera y piedra y vidrio, para tomar sitio a continuación en el mundo palpable». Pollan nos cuenta en su libro (A Place of My Own) que la admiración de varios escritores hacia los arquitectos procede de la habilidad de transfigurar su pensamiento en una realidad dimensional, la arquitectura y la carpintería son para la escritura «metáforas que usamos para aderezar nuestras efímeras creaciones».

Es por eso que cuando vi la cabaña de Koxvold me pareció interesante, pues a primera vista el Cuarto secreto parece redimir el concepto thoreano de tener una sola habitación y de contener tan sólo lo indispensable. ¿Pero qué es lo indispensable en la vida sin lo que pensamos es imprescindible? Tal vez por eso en el Cuarto secreto hay más de mil libros que invitan a sumergirse en una acogedora experiencia de lectura, ¿qué más necesario que un montón de libros y un refugio para sobrevivir la tempestad humana?
Viendo las fotografías de la Cabaña secreta, uno puede notar que las paredes son estantes, como si la madera de alguna manera hubiera cobrado vida y los libros también fueran huéspedes. En otra foto podemos ver una silla de lectura, no parece cómoda, pero supongo que es para que el lector pueda internarse y mantenerse alerta sin interrupción al ejercicio mental de la lectura. Además, cuenta con una cama y una estufa de leña, todo minimalista: Leer y dormir, parece un Koan Zen que hay que resolver. Y aquí es donde ya podemos ver la principal diferencia entre la cabaña de Thoreau, la de Pollan, con el Cuarto secreto de Koxvold: ¡falta un escritorio! 4
Con este abrigo más sustancial sobre mí, había aclarado algo mi situación en el mundo”.
(Thoreau)




Si este artículo te inspiró y deseas construir tu propia cabaña, aquí te dejo bibliografía sugerente:
Walden

El 4 de julio de 1845, Henry David Thoreau se traslada a vivir en la cabaña que él mismo había construido en Walden Pond. Durante dos años escribe allí la obra homónima en la que describe su economía doméstica, sus experimentos en agricultura, sus visitantes y vecinos, las plantas y la vida salvaje. La obra de Thoreau es la historia de un experimento original, sin precedentes literarios. Walden es un modo de escribir, de ponerse a «disposición de las palabras», pero también es una Escritura, una forma de aprender lo que la vida tiene que enseñar.
A Place of My Own

Cuando el escritor Michael Pollan decidió plantar un jardín, el resultado fue un profundo tratado sobre las fronteras entre la naturaleza y la vida contemporánea: el aclamado bestseller Second Nature. Ahora Pollan vuelve con su aguda perspicacia al arte de construir, mientras relata el proceso de diseñar y de edificar con sus propias manos una pequeña estructura de una habitación en los linderos de su propiedad en Connecticut, una cabaña que espera sirva para «leer, escribir y soñar despierto».
A Place of My Own relata el viaje de dos años y medio de descubrimiento. Invocando a los titanes de la arquitectura, la literatura y la filosofía, de Vitrivius a Thoreau, de los maestros chinos del feng shui al revolucionario Frank Lloyd Wright, Pollan relata brillantemente un reino de planos, articulaciones y fustes mientras observa la naturaleza efímera de habitar una casa y hacer una casa. De la chispa de una idea a la búsqueda de un sitio perfecto para la elevación de una idea, Pollan revela en el proceso infinitamente detallado y complejo de crear una estructura acabada para vivir dentro de ella. A la vez magníficamente escrito, informativo y enormemente entretenido, este libro es para cualquier persona que se haya preguntado cómo las paredes alrededor de nosotros toman sus formas y cómo podemos nosotros formar parte de ellas. Son reflexiones sobre el poder que constituye un “trabajo real” en una sociedad tecnológica.
Notas: